Joel Hernández Santiago
De un tiempo a esta parte las lluvias han asolado a la tierra mexicana. No en todo el país, por cierto, pero sí en la mayoría han caído lluvias extremas en cantidad, volumen y frecuencia.
Los científicos atribuyen estos torrenciales al cambio climático. Ese que por culpa de los seres humanos está transformando los climas, las estaciones del año y la vida de todos.
Tan sólo en la Ciudad de México las lluvias de los últimos meses encendieron las alarmas. Junio de 2025 cerró con 211.6 milímetros de precipitación y julio con 131.4 milímetros, cifras que el gobierno de la capital del país calificó como ‘récords de décadas’.
El 31 de julio cayeron más de 38 millones de metros cúbicos de agua en pocas horas, volumen suficiente para llenar presas y embalses, como fue. La ciudad se ha enfrentado a inundaciones de calles y avenidas; inundación de casas y negocios; lamentable pérdida de bienes muebles;
… Las coladeras están rebasadas expelen aguas residuales por saturación, el drenaje está al límite. Iztapalapa se sumergió en aguas de todo tipo en gran parte de la alcaldía, con pérdidas cuantiosas para sus habitantes, pero sobre todo la impotencia al verse hundidos en aguas negras. Con toda razón hay indignación en las comunidades anegadas.
La Comisión Nacional del Agua (Conagua) informó que junio y julio estuvieron por arriba del promedio histórico. Y de acuerdo con los reportes del Servicio Meteorológico Nacional, el centro del país vivió un periodo anormalmente lluvioso: “Tormentas nunca vistas” argumentan funcionarios de gobierno para justificar la mala infraestructura y negligencias y abandono de responsabilidades.
Lo más lamentable es que en algunos casos, en la República mexicana, han muerto personas por las lluvias torrenciales “atípicas”, por crecida de ríos… El caso de Oaxaca es de extremo cuidado, pues los torrenciales han caído sobre todo en las zonas montañosas, propiciando crecida de ríos y deslaves muy peligrosos en carreteras. El país no está preparado para estas eventualidades.
Y de vuelta a las zonas urbanas de la República. Es el caso de la Ciudad de México en donde la lluvia se ha cebado por semanas causando destrozos, socavones, baches y coladeras colapsadas, tragedias familiares en personas y su patrimonio y en su vida social y laboral.
El primer argumento de defensa de la autoridad es que la gente tiene la culpa por tirar la basura en las calles y cuando llueve esta basura tapona los registros y coladeras para que pueda desahogarse el agua. Ahí se endosa la responsabilidad a los habitantes.
Pero también es cierto que el sistema de limpia de la ciudad no opera como es debido. No hay contenedores en las calles para que la gente pueda depositar ahí sus desperdicios. El Servicio de Limpia no limpia. No mantiene pulcras las calles que con frecuencia son eso: basureros. Los “barrenderos” no barren, simple y sencillamente.
Los camiones de limpia se limitan a recoger la basura de tiempo en tiempo pero no hay ese servicio por el que también se paga y es mantener limpias las zonas urbanas, de la capital del país, de los estados o municipios. El servicio de limpia es inútil y costoso para todos.
Pero ya retirada esa basura las inundaciones continúan. Sí se debe a que el exceso de lluvia, la que satura el drenaje y del que rebotan las aguas negras que anegan casas y negocios y vías de traslado. El drenaje hoy es insuficiente, caduco, viejo, inútil para situaciones de excepción.
Las calles se llenan de baches porque están cubiertas con material de asfalto de mala calidad, chapopote y grava casi siempre, y mal puesto, lo que hace que este material se deteriore rápidamente y año con año se repita la historia: el mismo bache y la misma recubierta. No se asfaltan las calles con material permanente y resistente a contingencias y al peso de los vehículos y el movimiento urbano.
Los socavones aparecen por envejecimiento de las tuberías de agua, las que por años no se revisan y mucho menos se renuevan. Todo se convierte en una tragedia para miles de habitantes del país. Pérdidas de sus muebles y sus propiedades e incluso de vidas. El desastre total…
Hoy se dice que se harán aportaciones en económico para apoyar a quienes perdieron su mobiliario o parte de éste, por sus casas deterioradas y en peligro. En Iztapalapa se dice que se darán algo así como 8 mil pesos a las familias que comprueben sus pérdidas. ¿Esto es suficiente?
Frente a estas tragedias que miles de ciudadanos han vivido había el Fonden. Éste funcionaba mediante tres mecanismos financieros (uno para emergencias, otro para apoyos prioritarios y otro para la reconstrucción). Y se activaban tras la declaratoria de emergencia o desastre.
La Coordinación Nacional de Protección Civil y la Secretaría de Gobernación emitían estas declaratorias, lo que permitía que el gobierno federal liberara recursos urgentes y suficientes para adquirir insumos de auxilio, restaurar servicios básicos e infraestructura, y reconstruir viviendas dañadas por fenómenos naturales.
El financiamiento provenía de recursos públicos y los apoyos se compartían con los estados y municipios afectados. Ya no lo hay. El desamparo total.
Ese año fue dramático para muchos afectados por este fenómeno pluvial. Y desde el gobierno se dice que “se brindarán apoyos”. Son recursos públicos que pertenecen a todos los ciudadanos. No son dádivas, es obligación y responsabilidad de gobierno solucionar cuando ocurran desastres.
¿Y el año próximo? ¿Ya están tomando medidas para que no vuelva a ocurrir la tragedia de miles de personas en caso de lluvias extremas u otros fenómenos naturales? ¿Y el Fonden seguirá durmiendo el sueño de los justos?