Luis Farías Mackey
Su conferencia a la prensa lo pinta de cuerpo completo y pudiera inculparlo de responsabilidades directas como autoridad. La narrativa ayer del señor César Cravioto fue la de una víctima política en una guerra ideológica entre el bien y el mal, no la de una autoridad encargada del orden y seguridad públicos.
Todo fue un ataque de los enemigos de la transformación: policías al borde de la muerte, golpeados, gaseados, quemados, apedreados; comercios vandalizados, joyerías robadas e incendiadas, destrozos en el mobiliario público, delitos varios en flagrancia y todo ello a cuadro en todas los televisores y dispositivos digitales. Un detenido, del que nada se informa y todo queda en un se informará conjugado en nunca.
Simultáneamente y con una orquestación y replicas cercanas al pánico, los twiteros de Jesús Ramírez calificaron a las legiones de encapuchados rabiosos como engendros del maldito PRIAN: “Se ha abierto una carpeta de investigación, repiten hasta el absurdo, contra el bloque negro prianista”, tal es el unísono de la propaganda oficial digital, decretando en el anuncio mismo de la investigación su conclusión política.
Al acusar desesperadamente al PRIAN de los desmanes lo dice todo, lo cual nos lleva a otro nivel de duda: ¿por qué y para qué el propio gobierno sacó a sus conocidas huestes y orquestó semejante nivel de violencia y caos? Pronto se sabrá.
Regresemos a Cravioto: fue una provocación, dijo. En su acepción de buscar una reacción de enojo en alguien, o estimularlo con palabras u obras, porque querían mostrarnos como diazordacitas, como represores, argumentó. No fue Cravioto una autoridad dando parte de la información en su poder, fue el vocero partidista haciendo propaganda negra. Y nuestra respuesta, dijo, fue no caer en la provocación. Poco importó que su omisión haya dañado gravemente a terceros a los que como autoridad están obligados a proteger en todo momento, para eso fueron electos.
Lo que no sabe el señor Cravioto es que por provocar también se entiende producir o causar algo, en este caso una agresión inaudita a policías inermes, mandados por sus superiores (él y su jefa) a ser masacrados, además de pintas, saqueos, destrucción de propiedad ajena, robo a joyerías, incendio de inmuebles y un rosario de delitos más.
Trato de explicarme: según Cravioto, todo fue una provocación para que la autoridad reprimiera a los atacantes y ésta, por tal razón, fue omisa como responsable del orden público, provocando, en su acepción de producir o causar, daños en bienes, derechos, propiedades y personas. Cravioto lo que declara es que por telarañas ideológicas expresamente decidieron ser omisos en su tarea constitucional de seguridad pública, provocando un clima de violencia, destrozos, inseguridad y lapidación de la fuerza pública puesta allí precisamente para ello, ante un zafarrancho que montaron como provocación para entonces alegar que la policía de la Ciudad de México es una “fuerza de paz” que, en los hechos, está allí, no para garantizar la seguridad pública, sino para ser masacrada en cuanto montaje la autoridad superior decida montar.
Por razones ideológicas las autoridades de la Ciudad de México pusieron en escena, una vez más, un caos de violencia generalizado, orientado principalmente contra joyerías (ricos) y policías (autoridad), bajo la coartada de una provocación a la que no respondieron para, y ya no en su papel de autoridad, sino en el de “movimiento”, victimizarse y acusar a sus eternos adversarios.
La ciudad, sus habitantes, sus vidas, propiedades, bienes, derechos, familias; la fuerza pública en ella, su mobiliario e infraestructuras, sus servicios públicos y presupuesto, sus instituciones, todo, está allí para hacer usado por el “movimiento” y su propaganda a discreción.
En ella legiones del caos pueden delinquir a placer, destruir sin limitación, agredir hasta hartarse, que la policía está allí para protegerlas y, además, dejarse matar.
La narrativa e Cravioto, por tanto, es: nuestra policía es de paz, ergo, tú cuídate como puedas, que ella está allí no para agredir, sino para ser agredida.
Todo un día después del primer año de gobierno de la presidente y a tres días de su magna concentración en el Zócalo.
Casualidades, Mio Cid.