Magno Garcimarrero
(Marcos 10, 25)
Por el ojo de una aguja
un camello no pasaba
por mucho que lo intentaba
entre jalones y pujas.
El camellero jalaba
con más potencia que un toro
porque llevaba un tesoro
que era lo que se atoraba.
Un beduino al ver aquello
de pura casualidad,
aconsejó sin piedad:
pícale el ojo al camello
y verás que en un resuello
pasa con facilidad.
El camellero obediente
que va sacando otra aguja
y en el ojo se la empuja
al camello falleciente.
El animal cogió pista
la joroba le volaba
y en el desierto del Sahara
se fue perdiendo de vista.
El camellero granuja
mirando su éxito en ello
fue gritando a voz en cuello:
logré pasar una aguja
por el ojo de un camello.
M.G.