Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
La revisión de la Cuenta Pública 2024 por parte del Órgano de Fiscalización Superior (Orfis) ha confirmado lo que durante años se denunció y era tan evidente como el Pico de Orizaba: el gobierno de Cuitláhuac García Jiménez no solo fue incompetente en la gestión pública, sino que convirtió sus obras “insignia” en monumentos al desvío, la simulación y la corrupción que tanto juró combatir, llenándose la boca al afirmar con displicencia “no somos iguales”.
El presunto daño patrimonial del gobierno de Cuitláhuac García en el último año de su desastrosa y corrupta administración asciende a casi mil 600 millones de pesos entre las secretarías de despacho, que acumulan irregularidades por 830 millones 868 mil pesos en dependencias clave como la SEV, la SIOP, Sedesol, Sedema y Sedarpa, y los organismos públicos descentralizados, que presentaron posibles desvíos por 766 millones 765 mil pesos.
Es en este último rubro donde se ha puesto énfasis en tres proyectos que, siempre en una triste y patética imitación de López Obrador, García Jiménez pretendió erigir como sus supuestas “obras insignia”. Lo cual, habrá que reconocer, logró. Se convirtieron en insignia de su corrupción.
Esas obras “emblemáticas” presentan un daño no solventado al erario que supera los 241 millones de pesos: el estadio “Luis Pirata Fuente”, el “Aquarium” de Veracruz y el complejo deportivo -inconcluso a la fecha- “Nido del Halcón”. Obras que, más allá del discurso, exhiben sobrecostos, materiales deficientes, pagos injustificados y una opacidad que ya no puede ocultarse.
La remodelación del “Pirata Fuente”, ejecutada por la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas (SIOP) –donde despachó y se despachó a lo grande Elio Hernández Gutiérrez, miembro del círculo cercano de Cuitláhuac García y cuñado de la diputada local de Morena Dorheny García-, acumula 160 millones de pesos en observaciones. Desde las luminarias que no cumplen con las especificaciones mínimas, las dizque butacas VIP más incómodas que sentarse en el cemento, hasta las conocidísimas fallas de construcción que impiden la visibilidad completa de la cancha desde ciertas áreas del graderío, lo que las vuelve inutilizables. Todo, como si el saqueo también fuera parte del mobiliario.
Otra oda a la corrupción fue la “remodelación” del acuario de Veracruz, renombrado de manera por demás pretensiosa y cursi como “Aquarium” luego de arrebatarle su operación al patronato empresarial que lo administró por décadas. Aquí la encargada del atraco fue la Procuraduría Estatal de Protección al Medio Ambiente, encabezada por uno de los políticos más deshonestos y transas de los últimos años en Veracruz: el experredista, exduartista, exyunista y seguro próximamente excuitlahuista Sergio Rodríguez Cortés.
El Orfis le observó 83 millones de pesos en daño patrimonial por bombas mal especificadas, materiales de baja calidad, pagos en exceso y ¡ausencia de permisos ambientales! El maquillaje institucional –y el despilfarro en propaganda el sexenio anterior- no logró ocultar el deterioro técnico ni el desprecio por la vida marina. De la muerte de un sinnúmero de especies desde que se agandallaron el acuario, ni hablar.
El “Nido del Halcón”, que no termina de quedar listo –se supone que lo deben entregar hoy, viernes de 3 octubre, y se antoja imposible-, arrastra observaciones por 87 millones de pesos en anticipos sin justificar y un sobrecosto –que por sí mismo debería representar daño patrimonial- por más de 200 millones de pesos.
El responsable de esa obra fue el exsecretario de Finanzas José Luis Lima Franco, quien se acaba de conseguir chamba en el gobierno federal como director general del Instituto para el Desarrollo Técnico de las Haciendas Públicas (Indetec). Para que no quede duda del “combate” a la corrupción del “segundo piso de la transformación”.
Durante todo su sexenio, Cuitláhuac García se presentó a sí mismo como una especie de “adalid” contra la corrupción. Acusó, descalificó, persiguió y encarceló con la venia y complicidad de Andrés Manuel López Obrador, que burlándose de los veracruzanos llegó a decir que era una “bendición” que fuera gobernador. Hoy, los datos duros los desmienten. La corrupción que se negó se convirtió en política pública y sus obras “insignia” son ahora pruebas documentadas de un gobierno que simuló –y se robó- hasta el último ladrillo.
Pero seguramente la presidenta Claudia Sheinbaum todavía dirá que Cuitláhuac es “honesto”. Tanto como ella, por supuesto, que lo mantiene con “hueso” en el gobierno federal. Por ahí va el rasero.
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