NEMESIS
Fernando Meraz Mejorado
La tragedia de Paloma Nicole, una adolescente de14 años, ha estremecido al país, su rastro de dolor debe llevarnos a un examen de conciencia. El padre de la niña, Carlos Arellano, denunció que su hija perdió la vida en una cirugía estética practicada sin su consentimiento. El caso levanta la cortina de un negocio multimillonario y sin escrúpulos que lucra con la ignorancia y ausencia de principios.
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La cirugía estética es un negocio que factura cientos de millones de dólares al año, un imperio de la vanidad que se alimenta de la inseguridad y la obsesión por la apariencia. “Escuelas” e “institutos” de dudoso rigor académico habilitan a “cirujanos” que hacen víctimas a hombres y mujeres dispuestos a someterse a cualquier procedimiento que se corresponda al patrón de belleza artificial que establecen agencias publicitarias y medios de comunicación, a través de un torrente constante de imágenes perfectas y cuerpos esculturales. Han creado sus estándares de belleza inalcanzable que atormenta a millones de mujeres y hombres de todas las edades, sobre todo a jóvenes, a quienes empuja a buscar convertirse en imágenes de esos falsos espejos.
En una sociedad donde la ética y la moral son valores en decadencia, el mercado de la cirugía estética encontró un terreno fértil para crecer y prosperar, aún a costa de valores y principios de moral. La presión social y la influencia de las redes sociales fortalecieron un culto a la apariencia, donde la juventud y la belleza son los únicos valores que importan. La serie de televisión “Sin tetas no hay paraíso” describe crudamente el drama que esto implica. Las adolescentes, en particular, son acosadas con mensajes que les dicen que su valor depende de su apariencia, así sea falsa y la perfección son el único objetivo a seguir.
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El caso de Paloma Nicole es un grito de alerta que debe resonar en una sociedad que ha perdido el rumbo. La vida de esta joven se apagó en una clínica privada, de la ciudad de Durango, víctima de un procedimiento quirúrgico que se llevó a cabo en secreto, sin el consentimiento de su padre. La verdad emergió en pleno funeral, cuando el padre Carlos Arellano descubrió que su hija había sido sometida a una cirugía estética sin su conocimiento.
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Más allá de las investigaciones y responsabilidades penales, la muerte de Paloma Nicole pesa sobre nuestra conciencia colectiva, es un recordatorio de que hemos perdido el rumbo y nos hemos rendido al consumismo y la adoración del Becerro de Oro. Es hora de reflexionar sobre los valores que estamos transmitiendo a nuestras futuras generaciones y de exigir responsabilidad y ética en la industria de la cirugía estética. ¿Podemos permitir que la búsqueda de la perfección se convierta en una sentencia de muerte para nuestras jóvenes?-o-